Quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas nunca la podrá olvidar (Proverbio Tibetano)

sábado, 22 de febrero de 2014

MI COMPAÑERO DE CORDADA ARGOS

En el primer comentario a cerca de mi blog que leí, se me invitaba a ser guía por las montañas a través de mis palabras, un  trabajo maravilloso, como ya dejó escrito el maestro Rebuffat.
Estas palabras, resonaron en mi cabeza en una de mis últimas salidas. Vinieron a mi conciencia, porque fue a mí a quien fueron mostradas la belleza de los paisajes y caminos ya andados desde antaño. No fue sino a través de los ojos de mi pequeño compañero de cordada Argos, por los que contemplé la belleza pura de los caminos ya conocidos y por ello olvidados.
 Pensando acerca de qué escribir, releí un pasaje de la novela “El Vagabundo del Alhama”,  donde encontré los siguientes pasajes:
“¿No fue Platón quien dijo que el hombre puede medir el valor de su propia alma en la mirada agradecida que le dirija un perro al cual ha socorrido? Así lo cuenta una leyenda clásica y, como muestra del alto grado de estima que hacia las posibilidades de la especie canina tenía el filósofo griego, él mismo escribe en su República que el perro es el más filosófico de los animales pues distingue lo verdadero de lo falso al conocer quienes de los que llegan a la casa son amigos o enemigos”. Así mismo, se recoge que “Sócrates consideraba a su perro parte del universo, una parte igual, no menor, singular libre y perfecta”. Dichas afirmaciones, ciertas o no, las hago propias; y puedo afirmar que, desde mi experiencia, totalmente  condicionada y parcial, son ciertas.
“De la pluma de Homero salió la historia más hermosa que sobre un perro ha contado un ser humano”, decía el autor del “Vagabundo del Alhama”;  y no quiero dejar pasar la ocasión de evocarla tal y como hizo el padre de los poetas en su Odisea: Argos, aquél que esperó veinte años a su amo y que en cuanto lo vio lo reconoció, pese a la apariencia que le daba su disfraz. Enfermo y viejo, muere luego de manifestar su alegría por ver de nuevo al amo, que llega a su casa. Primero y el único en reconocer a Ulises sin necesidad de pruebas, signos o señales.  El último gesto de Argos es un gesto de generosa y abnegada nobleza, y sigue siendo una figura heroica en nuestros corazones.
“No puede ser otro nombre para un perro que el de Argos”, dijo mi padre, cuando le consulté a cerca de dicha cuestión cuando Argos entró en mi vida. Y si el nombre imprime carácter, no es menos cierto que “Carácter es destino” como dijo Heráclito de Éfeso. Es por ello que Argos, estaba destinado a ser mi fiel compañero.
Argos comparte mi vida desde hace más de 3 años. A través de su alegría, curiosidad, energía y personalidad, ha cautivado y encadenado mi alma a él como solo lo hacen y saben los grandes amigos que nos acompañan en este maravilloso camino que es la vida.
Reflejaba en primer post la amistad de cordada: “amistad fraternal, hecha de amabilidad, de entrega, de alegrías y luchas compartida”. Pues es Argos, sin lugar a dudas, uno de ellos. No es una relación servil amo esclavo la que tenemos entre nosotros, ni tampoco una relación de amistad humana al uso. La relación con Argos es una relación sencilla, auténtica como son las cosas sencillas. Pura como solo los perros saben tener con quienes consideran parte de su manada.
Desde que empecé a llevar a Argos a mis salidas al monte, algo en ellas ha cambiado:
En primer lugar está la ilusión. Él ya conoce el ritual de preparación de la mochila en casa, y ha desarrollado su propia “danza de salida”: incontrolable y desmedida alegría que en mí evoca los recuerdos de cuando siendo un  niño, mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí a conocer castillos, poblados celtas y parajes perdidos con leyendas e historias que llenaban nuestra imaginación. La alegría provocada por el aluvión de estos recuerdos de mi infancia y de mi padre, marcan un comienzo inigualable, que ya de por sí, justifican la partida del puerto.
Durante los viajes de ida, el nerviosismo de la ilusión hace que Argos esté pendiente de todo lo que se cruza, curioso mira por la ventana y acerca el hocico a la ventanilla para poder oler, ya que es su forma de conocer. Como dijo Bonatti: ¿No era sino la curiosidad por lo que el mono bajó del árbol y comenzó a andar? A su manera, Argos quiere conocer, ansía conocimiento;  lo que se podría traducir a su manera, en ganas de de vivir. Quizás nunca llegue a comprender ni a reflexionar sobre su existencia, pero a su modo, vive con la pasión que su mero paso por la vida merece.
Llegados al punto de destino, un mundo desconocido se abre ante él en forma de olores, ya que es a través del olfato como él descubre y conoce. Sus ojos tornan del brillo de gemas preciosas, como cuando los niños esperan con ilusión la llegada de los reyes magos. Su mirada transmite la inocencia de quien no conoce la maldad y es puro de corazón.
Salta, corre y corre con alegría el sendero que nos lleva a nuestro destino. ¿No es esto sino un ejemplo de cómo deberíamos vivir los hombres nuestras vidas? ¿No es sino la alegría misma de vivir un motivo suficiente para sentirnos afortunados? ¿No es la vida un regalo que solo se puede tener una vez y merece ser exprimida a cada minuto? Argos ni se plantes estas cuestiones; para él son verdades absolutas y asumidas que no merecen ni ser cuestionadas. Viéndole me viene a la memoria la frase de Sebastián Alvaro: “Lo mejor que puedo hacer con la muerte es tratar de aprovechar la vida”.
Hasta ahora, solo he hablado de la alegría de vivir y de conocer que tiene y transmite, pero no podría dejar de hablar de sus otras virtudes: su nobleza y pureza de corazón con los miembros humanos que integran su cordada, o como él lo siente, su manada.
Basta que alguien vaya en su dirección y le dedique una mirada cariñosa, para que Argos le considere compañero de viaje. Sin pedir nada a cambio, sin dobles intenciones, sin egoísmo. “Compartimos un camino común, disfrutémoslo juntos”, debe pensar su corazón puro. Que bello ejemplo nos da a los humanos. Sin rencor ni mal recuerdo de su abandono siendo un cachorro; olvidando el lastre de la maldad y aprovechando una nueva oportunidad.
Cuando alguien queda rezagado en el camino, cuando está sufriendo en soledad el esfuerzo de la subida a cumbre y sabe que los demás ya están arriba, cuando más solo te sientes en la inmensidad de la montaña es cuando Argos siente tu ausencia. Y es este sentimiento de preocupación el que invade su corazón y le empuja ladera abajo a buscarte; a comprobar que estás ahí; a lamerte la mano en señal de que no estás solo, que él está contigo y jamás te abandonará; recorriendo una y otra vez arriba y abajo el camino que te separa del resto de la manada. Viendo su comportamiento, recuerdo las palabras sobrecogedoras que el gran alpinista Alexey Bolotov dejó sobre su participación en el rescate de Iñaki Ochoa de Olza, cuando se le llamó héroe por su comportamiento: “No somos héroes, estoy seguro. No hay nada heroico en esto. Es una necesidad humana. Ayudarnos unos a otros para sobrevivir todos juntos”
Es paradójico que un perro, al que muchos molerían a palos con una brutalidad animal, nos enseñe el valor de la amistad humana. El que un animal haga suyo el credo montañero (exportable a la vida humana) de “no abandonarás jamás al compañero que queda atrás a menos que seas un miserable”.
Argos es algo más que un amigo, es parte de mi vida, y día a día me enseña y comparte su alegría de vivir, la sencillez de las pequeñas cosas. El valor de la compañía de almas selectas como él. El placer del silencio acompañado. A fin de cuentas, el placer de vivir.
En cada salida que hago al monte con él, me recuerda lo que Ueli Steck recogió en sus palabras: “En la vida hay muchas cosas sencillas que olvidamos. En la montaña vemos qué es realmente importante. Y la naturaleza es algo hermoso. Tienes un periodo de tiempo para estar en la tierra. Y deberías hacer algo que realmente te guste hacer. Aquí sientes que estás viviendo”.
Si Gastón Rebuffat viviera para conocer a Argos, bien podría reconocer en él a un compañero guía. Y seguramente Argos le comentaría "Tengo un trabajo maravilloso".


4 comentarios:

  1. “alegría de vivir y de conocer”, “nobleza y pureza de corazón”… sin duda Argos es un compañero único que despierta sonrisas y ternura infinita allá por donde va… y su historia resulta todavía más sorprendente cuando se descubre que fue abandonado de cachorro… ¿de quién habrá aprendido Argos todos estos valores y “rituales”? Evidentemente Argos ha tenido un buen maestro! Edu, tu sencillez, ternura y pureza de corazón iluminan tu camino allá por donde vas!

    PD: Y hablando de danzas de alegría… https://www.youtube.com/watch?v=OH5tKu6lis4

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  2. Enhorabuena por el Blog,Edu.
    Saludos a Argos y a ver si coincidiéramos de nuevo por esas maravillosas montañas...Argos incluido.

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  3. Gracias!!
    Cuando quieras nos vemos por las alturas que Argos está deseando!!

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