Dicen
que cuestionarse todo en la vida es la base del conocimiento, la curiosidad y
el ansia de saber. Como bien decía Walter Bonatti: “Fue la curiosidad, el ansia de conocimiento, por lo que el mono bajó
del árbol y comenzó a andar”. En una palabra CONOCER. Conocer en todo el
abanico de posibilidades es el motor de la vida, un motor que no acaba sino
cuando la pregunta final tiene respuesta, porque si dicha cuestión estuviera
resuelta, la vida y su misterio quizás no tendrían sentido. Por otro lado, la
búsqueda sería incompleta sin la COMPRENSIÓN, comprendernos a nosotros
mismos, intentar comprender. Como ya
dijo Mallory: “Luchar y comprender. Nunca
lo uno sin lo otro. Esa es la ley”
Y
precisamente, bajo la premisa de conocer y vivir nació mi vocación montañera, quizás
también favorecida y espoleada porque es en el medio natural donde también
desarrollo mi vida profesional. Pero todo esto sería incompleto, si no
mencionase el componente romántico, ese “sentimiento de la montaña” que ha
empujado durante más de 200 años a los hombres a dejar la comodidad del valle
para subir a las escarpadas alturas. Ese romanticismo que impregna la
literatura de montaña y que nos permite subir sufriendo por primera vez al
Nanga Parbat con Herman Buhl; que nos angustia y sobrecoge con el ejemplo de
amistad de Terray y compañía en la
retirada del Annapurna; que nos lleva a
dar lo mejor de nosotros mismos como Bonatti en un mundo de envidias y
zancadillas; la existencia de la amistad de almas selectas que dan lo mejor de sí
mismos por rescatar a Iñaki Ochoa de Olza, su amigo; la búsqueda de lo
verdadero, la hermosura de la vida y la contemplación de la belleza pura a
través de los ojos de José Carlos Tamayo en el Pilar Oeste del Makalu. En
definitiva, tener un espejo del alma en el que veamos lo que queremos ser pese
a las circunstancias que nos hayan tocado, y asumir nuestra existencia como un
regalo que hay que vivir con la intensidad que merece, teniendo el valor de ser
libres. Como dijo Sebastián Alvaro: “No
existe en la vida más certeza que el camino que recorremos y que ese sendero
tendrá un final. De nuestra voluntad depende que sepamos vivir ese camino con
la intensidad de quien se empeña en elegir y es consciente de sus consecuencias”.
Personalmente,
como se puede deducir de lo escrito, no he buscado en el montañismo una
realización deportiva ni trato de emular gesta alguna. Las cifras, records y la
competición, quedan fuera de esa “montaña” que busco. Hasta los más grandes
alpinistas de la historia huían de esa motivación, de ese mercado de fama y
gloria que la ambición humana anhela. No por ello critico a quien lo busque, la
libertad individual está por encima de las opiniones personales, y yo no soy
quien para juzgar a nadie. Pero por mi parte, abrazo los viejos valores que
propugnaron los grandes como Bonatti, Terray o Rebufaft, por mencionar algunos.
Valores puros, valores humanos tales como la amistad, la hermandad, el valor, el respeto, la verdad y el amor por
la vida. En definitiva, asumir como propia esa idea que dejó Bonatti: “La montaña es una gran escuela de vida que
enseña a mejorar a quien quiere ser mejor”.
A
parte de mi ideario personal, nada de lo que estas actividades aportan tendría
sentido sin la amistad que se comparte con quien se practica. El compañero de
cordada, esos amigos, esas almas selectas que te acompañan en el camino. Nada
de todo esto tendría sentido sin ellos. Como bien recogió el gran Gaston
Rebuffat en su libro “La Montaña es mi Reino”: “Pero la belleza de las cimas, la libertad en los grandes espacios, la
relación familiar con la naturaleza y los rudos placeres de la escalada
resultarían pobres y hasta amargos, sin la amistad de cordada: amistad fraternal,
hecha de amabilidad, de entrega, de alegrías y luchas compartidas”. Esas
personas con las que no hace falta hablar, que te conocen y saben antes de
hablar lo que sientes. Sin ellos, sin poder compartir la belleza del mundo, el
esfuerzo y la voluntad común, todo esto no tendría sentido. A fin de cuentas,
como alguien dijo ya: “Practicar el
alpinismo es un pretexto para la amistad”.
Desnudada
mi personalidad, revelados mi ideario y mis referentes en esta pasión; no me
queda sino responder a la última cuestión que motiva toda primera entrada en un
blog: ¿Por qué ese nombre? ¿Por qué
Abrazo de Rocas Solitarias?
El
“Abrazo de Rocas Solitarias” viene de un poema que escribió para mí como regalo
de 22 cumpleaños un “compañero de la cordada”, un hermano que la vida y la
fortuna me brindó cuando inicié mis estudios universitarios en Madrid, allá por
el ya lejano 1998. La elección del nombre, además de ser un homenaje personal
que por sí mismo ya valdría, responde al sublime significado de la frase.
En “Abrazo de Rocas Solitarias”
quedan recogidos varios conceptos:
En
primer lugar la soledad:
somos seres individuales. Con pensamientos, motivaciones y vidas propias que
viven haciendo uso de la libertad individual propia del ser humano.
Somos
únicos y vivimos un regalo único que es la vida. Conscientes de ello vivimos
nuestras vidas con entusiasmo, creando nuestra obra sobre un lienzo por
rellenar y conscientes de la temporalidad de la vida.
Por
otro lado somos rocas: fuertes
ante los avatares de la vida. Pese a que suframos la erosión del viento y los
elementos, no perdemos la esencia propia que nos hace ser quienes somos, seres
humanos únicos e irrepetibles.
Así
mismo, las montañas no son sino rocas elevadas hacia el cielo, y este blog
tratará sobre ellas.
Finalmente
está el abrazo: La amistad, el
valor puro que no se puede comprar. Somos seres humanos, sociables, nos gusta
compartir el tiempo con “almas selectas” conocidas y por conocer. El fin último
por el que utilizamos el pretexto del alpinismo, la escalada y otras
actividades.
Abrazo
de Rocas Solitarias nace con la única pretensión de ser un pequeño cuaderno de
bitácora; un pequeño libro de mis viajes y lecturas que recoja lo que voy
acumulando en mi memoria y en mis libretas. En definitiva, un resumen de los
puertos en los que voy atracando en mi viaje hacia Ítaca.
Así
pues, vencido mi miedo ante el folio en blanco de esta mi primera entrada en el
mundo de los blogs, recuerdo las palabras que escribió John Amatt sobre la
aventura: “Aventura también significa
aprovechar las oportunidades de probar nuestras fuerzas contra lo desconocido,
y descubrir en este proceso nuestro propio y singular potencial”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario