Quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas nunca la podrá olvidar (Proverbio Tibetano)

sábado, 22 de febrero de 2014

¿POR QUÉ LA PASIÓN POR LA MONTAÑA? ¿POR QUÉ ESTE BLOG?

Dicen que cuestionarse todo en la vida es la base del conocimiento, la curiosidad y el ansia de saber. Como bien decía Walter Bonatti: “Fue la curiosidad, el ansia de conocimiento, por lo que el mono bajó del árbol y comenzó a andar”. En una palabra CONOCER. Conocer en todo el abanico de posibilidades es el motor de la vida, un motor que no acaba sino cuando la pregunta final tiene respuesta, porque si dicha cuestión estuviera resuelta, la vida y su misterio quizás no tendrían sentido. Por otro lado, la búsqueda sería incompleta sin la COMPRENSIÓN, comprendernos a nosotros mismos,  intentar comprender. Como ya dijo Mallory: “Luchar y comprender. Nunca lo uno sin lo otro. Esa es la ley
Y precisamente, bajo la premisa de conocer y vivir nació mi vocación montañera, quizás también favorecida y espoleada porque es en el medio natural donde también desarrollo mi vida profesional. Pero todo esto sería incompleto, si no mencionase el componente romántico, ese “sentimiento de la montaña” que ha empujado durante más de 200 años a los hombres a dejar la comodidad del valle para subir a las escarpadas alturas. Ese romanticismo que impregna la literatura de montaña y que nos permite subir sufriendo por primera vez al Nanga Parbat con Herman Buhl; que nos angustia y sobrecoge con el ejemplo de amistad  de Terray y compañía en la retirada del Annapurna;  que nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos como Bonatti en un mundo de envidias y zancadillas; la existencia de la amistad de almas selectas que dan lo mejor de sí mismos por rescatar a Iñaki Ochoa de Olza, su amigo; la búsqueda de lo verdadero, la hermosura de la vida y la contemplación de la belleza pura a través de los ojos de José Carlos Tamayo en el Pilar Oeste del Makalu. En definitiva, tener un espejo del alma en el que veamos lo que queremos ser pese a las circunstancias que nos hayan tocado, y asumir nuestra existencia como un regalo que hay que vivir con la intensidad que merece, teniendo el valor de ser libres. Como dijo Sebastián Alvaro: “No existe en la vida más certeza que el camino que recorremos y que ese sendero tendrá un final. De nuestra voluntad depende que sepamos vivir ese camino con la intensidad de quien se empeña en elegir y es consciente de sus consecuencias”.
Personalmente, como se puede deducir de lo escrito, no he buscado en el montañismo una realización deportiva ni trato de emular gesta alguna. Las cifras, records y la competición, quedan fuera de esa “montaña” que busco. Hasta los más grandes alpinistas de la historia huían de esa motivación, de ese mercado de fama y gloria que la ambición humana anhela. No por ello critico a quien lo busque, la libertad individual está por encima de las opiniones personales, y yo no soy quien para juzgar a nadie. Pero por mi parte, abrazo los viejos valores que propugnaron los grandes como Bonatti, Terray o Rebufaft, por mencionar algunos. Valores puros, valores humanos tales como la amistad, la hermandad,  el valor, el respeto, la verdad y el amor por la vida. En definitiva, asumir como propia esa idea que dejó Bonatti: “La montaña es una gran escuela de vida que enseña a mejorar a quien quiere ser mejor”.
A parte de mi ideario personal, nada de lo que estas actividades aportan tendría sentido sin la amistad que se comparte con quien se practica. El compañero de cordada, esos amigos, esas almas selectas que te acompañan en el camino. Nada de todo esto tendría sentido sin ellos. Como bien recogió el gran Gaston Rebuffat en su libro “La Montaña es mi Reino”: “Pero la belleza de las cimas, la libertad en los grandes espacios, la relación familiar con la naturaleza y los rudos placeres de la escalada resultarían pobres y hasta amargos, sin la amistad de cordada: amistad fraternal, hecha de amabilidad, de entrega, de alegrías y luchas compartidas”. Esas personas con las que no hace falta hablar, que te conocen y saben antes de hablar lo que sientes. Sin ellos, sin poder compartir la belleza del mundo, el esfuerzo y la voluntad común, todo esto no tendría sentido. A fin de cuentas, como alguien dijo ya: “Practicar el alpinismo es un pretexto para la amistad”.
Desnudada mi personalidad, revelados mi ideario y mis referentes en esta pasión; no me queda sino responder a la última cuestión que motiva toda primera entrada en un blog: ¿Por qué ese nombre? ¿Por qué Abrazo de Rocas Solitarias?
El “Abrazo de Rocas Solitarias” viene de un poema que escribió para mí como regalo de 22 cumpleaños un “compañero de la cordada”, un hermano que la vida y la fortuna me brindó cuando inicié mis estudios universitarios en Madrid, allá por el ya lejano 1998. La elección del nombre, además de ser un homenaje personal que por sí mismo ya valdría, responde al sublime significado de la frase.
En “Abrazo de Rocas Solitarias” quedan recogidos varios conceptos:
En primer lugar la soledad: somos seres individuales. Con pensamientos, motivaciones y vidas propias que viven haciendo uso de la libertad individual propia del ser humano.
Somos únicos y vivimos un regalo único que es la vida. Conscientes de ello vivimos nuestras vidas con entusiasmo, creando nuestra obra sobre un lienzo por rellenar y conscientes de la temporalidad de la vida.
Por otro lado somos rocas: fuertes ante los avatares de la vida. Pese a que suframos la erosión del viento y los elementos, no perdemos la esencia propia que nos hace ser quienes somos, seres humanos únicos e irrepetibles.
Así mismo, las montañas no son sino rocas elevadas hacia el cielo, y este blog tratará sobre ellas.
Finalmente está el abrazo: La amistad, el valor puro que no se puede comprar. Somos seres humanos, sociables, nos gusta compartir el tiempo con “almas selectas” conocidas y por conocer. El fin último por el que utilizamos el pretexto del alpinismo, la escalada y otras actividades.
Abrazo de Rocas Solitarias nace con la única pretensión de ser un pequeño cuaderno de bitácora; un pequeño libro de mis viajes y lecturas que recoja lo que voy acumulando en mi memoria y en mis libretas. En definitiva, un resumen de los puertos en los que voy atracando en mi viaje hacia Ítaca.

Así pues, vencido mi miedo ante el folio en blanco de esta mi primera entrada en el mundo de los blogs, recuerdo las palabras que escribió John Amatt sobre la aventura: “Aventura también significa aprovechar las oportunidades de probar nuestras fuerzas contra lo desconocido, y descubrir en este proceso nuestro propio y singular potencial”

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