Quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas nunca la podrá olvidar (Proverbio Tibetano)

miércoles, 26 de febrero de 2014

MONCAYO: LA MONTAÑA DUAL

Existen dos conceptos dentro del taoísmo que exponen la dualidad de todo lo existente en el universo: el yin y el yang. Dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. Además, cualquier idea puede ser vista como su contraria si se mira desde otro punto de vista.
Bajo el prisma de estos conceptos, se podrían describir los sentimientos que tras de sí dejó nuestra última ascensión al Moncayo; sensaciones contrapuestas: muy buenas y muy malas, plenas y exhaustas. En definitiva, un día de los de no olvidar.
Solitaria montaña y máxima altura del Sistema Ibérico; montaña emblemática a la par que enigmática; montaña evocadora de los cuentos de Bécquer y de innumerables crónicas negras. Su prominencia y carácter de montaña extensa y hegemónica sobre las tierras del valle del Ebro, ha contribuido a que haya sido tenida por mágica y sagrada desde tiempos pretéritos; siendo múltiples las leyendas sobre su origen.
No era la primera vez que lo ascendía, pero el San Miguel (otro nombre que posee) no me ha dejado indiferente en ninguna de ellas.


Cual mercader fenicio pongo las experiencias vividas en una balanza, intentando ser justo con el recuerdo que me debe quedar. Normalmente el éxito es suficiente para sacar una huella positiva del sufrimiento físico, del frío soportado y del esfuerzo; pero en este caso, la consecución del fin no declina la balanza con la claridad necesaria. Hace falta reflexionar más allá de una bonita cumbre y de una compañía inigualable. ¿No era el sentimiento que dejará tras de sí uno, una de las razones por las que subía montañas? ¿Deben ser siempre positivos la naturaleza de dichos sentimientos, o al igual que en la vida debemos probar el sabor agridulce para cuadrar el círculo?
Ya sea por territorios de Soria o de Zaragoza, para ascender a la cumbre de esta montaña existen varias rutas que cambian de forma radical, según sea época invernal o estival, su peligrosidad y dificultad. En invierno la presencia de hielo condiciona el ascenso en todas sus rutas, máxime cuando en muchos puntos las laderas acaban en fuertes cortados donde una caída tiene funestas consecuencias. A esta orografía hay que añadir que debido a su prominencia y aislamiento sobre el valle, está muy azotada por el viento y capta todas las nubes húmedas procedentes del Atlántico que cruzan el valle. Es por tanto una montaña muy cambiante si hay inestabilidad atmosférica.
Otro factor a tener en cuenta  para su funesta crónica negra, es la afluencia de gente que se acerca hasta él. Al ser una montaña cercana a poblaciones, accesible y muy frecuentada en verano, su subida se podría calificar de “paseo”, son muchas las personas que se atreven a intentar subirlo. No es el Sistema Ibérico una cadena tan alta y emblemática como los Pirineos, por lo que se tiende a despreciar el respeto de la ascensión en condiciones invernales y es bastante frecuente, encontrar gente sin los conocimientos mínimos de seguridad invernal, amén de que en muchos casos ni tan siquiera cuentan con el material mínimo indispensable.
Nosotros elegimos subir por la cara norte, ruta que parte desde el Santuario de Nuestra Señora del Moncayo, situado a 1 .621 m. Se parte por una senda que discurre por un bosque para llegar al circo del Cucharón (1.833 m), que es la base de la hoya de San Miguel. Desde este punto se pueden tomar 2 caminos diferentes:
  •  El primero, se dirige directamente a la cima a través de de las palas del Cucharón. Existen varias variantes de diferente dificultad, pero todas ellas poseen una fuerte inclinación.
  •  El segundo, consiste en alcanzar la amplia cresta de la montaña por la loma que separa el circo donde nos encontramos, del circo del de San Gaudioso, hasta llegar al cerro de San Juan (2.283 m) y de allí a la cumbre. Esta es la ruta considerada como “normal” y la más frecuentada en verano.
Vistas las condiciones del día, y especialmente de la nieve, nos decidimos por subir a través de las palas del Cucharón. Ruta con más ambiente y directa. Del grupo que ibamos, 2 decidimos tomar una variante con más pendiente en su inicio que la que la gente estaba tomando, disfrutando de poder abrir huella sobre la nieve helada en la soledad acompañada que este tipo de montañas permite.


Desde el inicio de nuestro camino pudimos disfrutar de unas maravillosas vistas de la pala que nuestras compañeras afrontaban bajo las paredes del circo del Cucharón.


Por nuestra parte, afrontamos el inicio de nuestra pala abriendo huella por la nieve helada. Si bien no posee una dificultad alta, si es cierto que hay que estar concentrado en lo que se hace, ya que un resbalón podría tener consecuencias.
  




Saliendo de la variante que habíamos elegido, llegamos al punto donde se une con la ruta de ascenso que llevaban nuestras compañeras, a las cuales pudimos ver disfrutando de la ascensión de su pala.


Llegados a este punto, el final de la ruta se divisa, siendo varios los grupos que descienden ya por ella.


Fue en este punto donde sufrimos el primer shock del día. Una persona del grupo que bajaba sufrió un resbalón, y no fue hasta unos 20 metros más abajo donde consiguió parar. Afortunadamente, todo quedó en un susto sin consecuencia alguna. Nunca antes me había tocado ver algo así, observar impotente como alguien cae y no poder hacer nada; sentir la angustia del pánico ajeno como propio.
Sin intención alguna de juzgar, señalar o criticar, también quisiera comentar lo acontecido. Desconozco si por desconocimiento o fruto de ser presa del pánico, la persona que se deslizaba, lejos de realizar la maniobra básica de autodetención, soltó su piolet en la caída, quedando totalmente vendida a la suerte y estado de la nieve, que en este caso por fortuna, ya había recibido unas cuantas horas la luz del sol. A mi memoria vinieron todas las horas de lectura de manuales de montañismo, las prácticas de la técnica, y todos los consejos recibidos y leídos sobre progresión en nieve: el básico uso del piolet. “El piolet no es un bastón, así que aprende a usarlo, te puede salvar la vida”.
Agradeciendo a la diosa fortuna (o a quien cada uno le guste encomendarse) por no haber presenciado un accidente, viendo que la persona afectada se ponía en pie y bajaba por sus propios medios (no sin llevarse un disgusto encima), retomamos nuestra ascensión. Cabe señalar que nuestro ánimo ya no era el mismo, que algo había cambiado en nuestras mentes.
Personalmente recordaba unas palabras que Bonatti dijo: “El peligro es parte del juego. Lo bonito es aceptar las normas y sus consecuencias. Que tú desarrolles el coraje, la prudencia, la fuerza, la inteligencia. Cualquier actividad humana es un juego que desarrolla el arte de jugar”. Quizás la montaña, sea un juego demasiado severo con quien comete un error o no conoce bien las reglas de juego. Es demasiado alto el precio que se puede llegar a pagar por la imprudencia o el exceso de confianza. En el ensimismamiento de la ascensión, sin perder la concentración, una y otra vez me venían a la cabeza estas palabras, intentando auto confirmarme que sabía a lo que estaba jugando en este partido, que mi técnica y material estaban a la altura del objetivo, y que no había errado en la valoración de mi capacidad para enfrentarme a este escenario.


Como todo en la vida, la ruta que subíamos terminó, llegando a la cornisa que  indicaba que arribábamos a la ancha arista cimera. La satisfacción por lo realizado, nos inundó a los 4 amigos ya que lo habíamos luchado y conseguido. Una vez más, recordé el título que da nombre a la obra maestra de la literatura montañera: “Los conquistadores de lo inútil” escrita por Lionel Terray. Inútil en el sentido mercantilista y occidental del término, donde lo que no genera beneficio económico es despreciado. Así mismo, me vino a la memoria la frase que nos dejó Sir Edmund Hillary: “No conquistamos las montañas, sino a nosotros mismos”.


En nuestro caso, no hemos subido ni mucho menos el Everest, no hemos realizado gesta deportiva alguna, no somos seres sobrehumanos, ni tan siquiera hemos realizado una proeza montañera nunca hecha por nadie; pero sin embargo, si nos hemos enfrentado a nuestros miedos, a nuestros propios límites personales. Hemos salido de nuestra zona de confort y hemos conseguido algo que nos ha hecho sentirnos vivos, que nos ha dado la alegría de estar allí juntos, en definitiva, que nos ha hecho libres de poder haber vivido ese momento y tenemos la certeza de que nadie nos lo podrá quitar. Una vez más somos libres de sentir y poder compartir lo que buscábamos en la inútil inmensidad de la cumbre. Como bien dice Jordi Tossas: “Existir es sentir, aquí sentir es vivir y sé que el único secreto es que no hay secretos, solo respeto”.


Hechas las fotos de cumbre, dados los besos y abrazos correspondientes no toca sino bajar. No hay ascensión completada hasta que no se ha bajado, y no es hasta  entonces, cuando se puede saborear y analizar lo realizado. Cuánto sentido cobró esta frase cuando llegamos al coche, ya que no podíamos ni sospechar lo que nos deparaba la bajada.
Para el descenso, desechada la ruta de subida por uno de los 4 que componíamos el grupo, elegimos la ruta normal de subida de verano. Esta ruta, que ya ha sido descrita al principio, no presenta las largas y empinadas rampas del Cucharón, aunque si tiene unas zonas que, cuando hay hielo, presentan cierto riesgo (y varios accidentes mortales).
Dirigirse desde el pico San Miguel hacia al cerro de San Juan, depara una visión inigualable de la ancha arista cimera del circo glaciar del Moncayo que sobrecoge por su belleza.


Llegados a este punto, comenzamos a bajar. Sé que no había dormido bien y que el cansancio de la subida se acumulaba, pero lo más importante, y algo de lo que me di cuenta a posteriori, es que no estaba con la cabeza al 100 %. Pensando y analizando lo que había pasado ante nosotros y la crónica negra de la montaña mi cabeza se despistaba. En la ruta había mucho hielo, lo cual unido a lo comentado antes, hizo que bajase más tenso de lo habitual. Decir que por desgracia no fui al único que le pasó.



Llevado bajado un tercio del camino, la montaña nos deparó otra desgraciada visión, otro toque de atención sobre el riesgo del juego que practicamos. En la misma zona donde habíamos visto caer a una persona en nuestra subida, había un grupo parado desde hacía un rato. Extrañados nos preguntábamos que estaría pasando allí. Cuál fue nuestra sorpresa, cuando empezamos a oír en la lejanía las aspas de un helicóptero que se acercaba. Ya no había duda alguna, no era la primera vez que me tocaba oír ese característico ruido que tanta angustia y preocupación trae consigo.
      


No sabemos bien el qué paso ni queremos especular sobre ello, pero lo que nos quedó claro, si no cristalino, es que nadie está exento de que le pueda pasar algo. La práctica del montañismo es algo único, lleno de alegrías y valores, algo indescriptible y unido al alma de los que lo amamos; pero no existe el margen de error, existe una posibilidad de que algo salga mal y acabe el juego de la peor forma posible. Lo asumimos así, como se asume que coger el coche por la N- 232 es un riego, pero siempre pensamos que no nos va a tocar a nosotros.
Ver algo así en plena bajada, en mi caso, no hizo sino incrementar la tensión, aumentar las ganas de salir de allí lo antes posible. Toda la alegría que hacía un rato había tenido en la cumbre acababa de ser eclipsada por un aluvión de pensamientos sobre la fragilidad de la vida, sobre las decisiones tomadas en un segundo que pueden cambiar tu vida, sobre un mal paso que....
Cabe mencionar la labor que hicieron los “ángeles de la guarda” del GREIM. Reconforta en la desgracia, ver la profesionalidad de esta gente, como se juegan el tipo ante la adversidad ajena. Ver las maniobras del helicóptero y la rapidez de las operaciones hace que, cuando menos, uno se quite el sombrero ante esta gente.
Llegados al coche, no pude sino desear salir de allí lo antes posible. Marchar de las faldas de esta montaña que tan contrariados nos había dejado. Necesitaba la distancia para poder tener perspectiva y ordenar mis pensamientos y sensaciones.
De la alegría de estar, a la tristeza y ganas de marchar. El ying y el yang, lo bueno y lo malo. Unos sentimientos más que encontrados. De ahí el título de esta entrada.  Esta montaña me ha deparado grandes momentos, grandes alegrías compartidas con grandes amigos en diferentes ascensiones; pero también me ha mostrado que las reglas de juego pueden ser severas, que hay una cara oculta en todo esto, y que dicha cara puede ser mostrada a cualquiera que se acerque y baje la guardia.
Seguramente volveré a subirla, aunque solo sea por reconciliar mi espíritu. Lo que tengo seguro es, que ya algo ha cambiado en nuestro modo de afrontar las salidas. Tengo muy presente las reglas de juego y las consecuencias de no seguirlas (aunque ya las conocía). Hemos aprendido, conocido y vivido, aunque solo sea como meros espectadores, la lección de la montaña dual.

Volviendo a casa en coche, por la mencionada N-232, asumiendo el riego de transitarla y pensando que no nos iba a tocar la negra estadística de dicha carretera; a modo de resumen y pensamiento positivo de todo el día, me vino a la memoria la frase que dejó el gran austriaco Herman Bulh: “Vacíos los bolsillos, pero con una experiencia a la espalda, ricos de aventuras y también de trabajos, aunque fortalecidos en cuerpo y espíritu, regresamos a nuestra ciudad natal”

2 comentarios:

  1. y seguro que regresas al Moncayo!!!! Como te dijeron, los accidentes son cuestión de estadística, y el domingo pasado hubo muchísima gente en el monte.... hay que ser conscientes de la actividad que se hace y los riesgos que se corren... y sobre todo... hay que confiar en el material!!!!! La vida es para vivirla!!! Así que confío en que "las ganas de marchar" ya se hayan tornado a "ganas de volver"... sigue así!!!

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  2. Edu eres un crack! no lo podías haber plasmado mejor. Este monte fue agridulce...nos dejó disfrutar muchísimo, pero nos puso las pilas a tod@s!
    Y ya lo íbamos hablando en la ascensión...la montaña no es subir x metros en x horas... te pone a prueba!
    Grande! deseando leer la siguiente!!

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